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Intermitente

Updated: Apr 12, 2023

Stéfanie Duran, 2023

No hay acotamiento.


Lagrimas derramaban de sus ojos y leche de sus senos.


El sonido del tic tac de las intermitentes se opacaba ante su sollozo, el cual era mitigado por los cláxones coléricos de los coches que la esquivaban, que a su vez parecían insignificantes a comparación a los lloridos de aquel bebé en la parte trasera de su coche.


Ya comió, trae el pañal limpio , ya durmió su siesta, tiene a un ejército de peluches y juguetes alrededor de su asiento de bebé, una pantalla de IPAD amarrada frente a él, con el video favorito de una cancioncita monótona en la cual un gusanito arcoíris cuenta del 1 al 5 … y ese engendro no dejaba de llorar.


En cambio, Nadia no había comido, no se había bañado desde ayer en la mañana y no había dormido por días. No. Semanas. No. Meses. Exactamente 1 año, 1 mes, 2 semanas y 22 días. Desde el 4 de enero, si es que buscamos la fecha exacta. Desde que esa cosa llegó a su vida.


Ahí parada en el carril central de la carretera México – Cuernavaca, debía mover el coche, pero sus músculos estaban paralizado, tensos y temblantes. No respondían sus órdenes. Su cuerpo estaba cansado, agotado, quemado.


Esto no era lo que ella esperaba. La maternidad no es como la pintaban en todos esos anuncios de Pampers, y Manzanilla Grisi y Leche Nestlé. Un bebé hermoso que corre torpemente a los brazos de su mamá. Ésta, lo recibe fresca, etérea, vestida de blanco, con un abrazo y lo carga haciéndole mimos de nariz a nariz e intercambiando palabras de amor.


Nadia se enojaba cada vez que veía esos anuncios. Todo estaba mal en esa imagen. El que concibió esa publicidad debe de ser un chavo recién egresado, algún creativito de Agencia, cuyos fines de semana se la pasa en festivales de música y cocteles de lanzamientos de marca y que lo más cercano que ha vivido a la maternidad es sacar a pasear a su perro al Parque España.


Sólo alguien así podría concebir tantos errores en una imagen publicitaria, era lo que siempre pensaba Nadia. Para empezar la ropa blanca y limpia de la mamá. Sólo una madre sabe que desde el momento en que das a luz, hasta el día que tu hijo se va a la universidad, nunca vas a tener una sola prenda blanca sin manchas. Eso es a menos que tengas un ejercito de nanas. Cuando nació su bebé, Nadia dejé su trabajo de Directora Comercial para quedarse en casa y ser mamá de tiempo completo. Así lo decidieron ella y Julián. Bueno, más Julián que ella. Por lo que las nanas y muchachas estaban fuera del presupuesto.


Segundo, en el anuncio la mamá levantó al bebé como si nada. Como si su espalda no le punzara todo el día, de tanto cargar a un bebé que no deja de llorar si no está en brazos, de tanto recoger juguetes y calcetines huérfanos tirados en el piso, de tanto ponerse a gatas a tallar todos los líquidos, papillas y fluidos corporales que el bebé tira en las alfombras.


Pero para ella lo más difícil de captar en esa imagen era el abrazo y sonrisa de ambos, mientras que el niños le dice “te amo”, como si fueran apasionados amantes que se hubieran encontrado después de estar separados por una guerra de 14 años.


Mi bebé nunca me ha sonreído, pensaba Nadia cuando veía estos anuncios.


Mentira.


Sólo 1 vez, pero su suegra acribilló aquel momento mágico cuando le comentó que seguramente había sido un gas.


Mi bebé nunca me ha dicho “te amo”. Ni siquiera “mamá”. Claro dice “papá”, “abu”, “agua”, “Peppa” y hasta “toltilla”… pero por más veces que hubieran intentado, repetido, cantado, esa palabra tan sencilla, de solo dos síilabas, frente a su hijo, “mamá” pareciera que fuera una palabra tabú que nunca resonaría de los labios que por más de una año han MAMAdo de su seno.


Las pensamientos de la falsa publicidad que estaba teniendo Nadia se cortaron en el instante que pasó un trailer que casi choca con ellos, haciendo vibrar por su cercanía al Honda Civic.


Tal vez eso lo pudiera resolver.


Que me choque un tráiler y me mate. Tal vez sólo así podría finalmente dormir.


Pero no tuvo tanta suerte y no cesaban los lloriqueos del bebé Julían Juárez, nombrado como su papá Julián Juárez y su abuelo Julian Juárez y una línea de Julianes Juárez, que no encontraban nada correcto el que ella hubiera propuesto bautizar a su hijo como Maximiliano Juárez, tal vez por poco originales, tal vez porque la paradoja histórica no les causaba gracia. Al menos si le hubiera puesto ese nombre algo la haría reír de su bebé. Una minúscula felicidad. Pero ni siquiera eso le dieron.


¿No se supone que te enamoras de tu bebé en el momento que nace? ¡¿Pero cómo?! Esto no es natural, como vas a amar, a algo altera tu existencia. A alguien que te quita tus planes, tus amigos, tu cordura, tu identidad. A alguien que te convierte en su esclava zombie 24/ 7. A alguien que ha raptado tu vida. Si tan solo ella hubiera sufrido de Síndrome de Stockholmo. Pero no. No se enamoró de su secuestrador. No lo amo. No me da nada y pide todo.


Hace unas semanas le mintió a su esposo, diciendo que tenía chorrillo, para dejarle al bebé por 20 minutos y encerrarse en el baño. 20 minutos sólo para ella. En el revistero yacía como si fuera recepción de algún consultorio médico una revista Cosmopolitan más vieja que Mesopotamia. Ese es el tipo de joyas literarias que compraba antes de casarse con Julián. La hojeó. 10 Escapes Sensuales. Cuerpo Sexy de Verano. 5 secretos en la cama que lo volverán loco. Nostálgica pensaba que esos artículos eran sólo un fantasma de lo que alguna vez fue su vida. Entre las páginas estaba un test ¿Estás en un relación tóxica con tu pareja?


Contesto las 12 preguntas de opción múltiple.


El resultado del test fue: C) Deshazte de él y sal de esa relación inmediatamente.


El test lo hizo poniendo a su hijo como pareja.



El llorido de Julián, se convertía ahora en un llanto más grave, ahora mezclado con tos. Y aunque se ahogaba, éste no dejaba de berrear. No cesaba. No disminuía. Todo lo contrario. Se convertían en alaridos flemosos.


El test de la Cosmopolitan estaba en lo correcto.


Tengo que deshacerme de él.


Cuando los suricatos no pueden con el mantenimiento de sus crías se las comen. Los lemmings las “suicidan”. Las hienas las abandonan en los pastizales. Pudiera tal vez botarlo por ahí pasando Tres Marías. Hace Frío. Mucho frío. La hipotermia lo podría dormir sin dolor y Tan! Tan!. Problema resuelto. Aviento el coche por un acantilado y les digo que me asaltaron, que con la situación actual del país no sería inconcebible. Seguramente Julián y la familia llorarán algunos meses, pero yo podré dormir y pues más adelante regresamos a nuestra vida de antes, de ser pareja de nuevo, de ir de vacaciones, de regresar a trabajar y de tener una vida social. Una vida social que no sea la de tratar de juntar a dos bebés que ni siquiera reconocen su propia presencia, con el pretexto de fomentar la sociabilización infantil, mientras que tomas un café con la mamá de ese crío con la cual no tienes absolutamente nada en común más que los bebés tienen aproximadamente la misma edad y que viven en la zona.


Regresar a mi vida.


Eso haré…. Eso haré… eso haré… El propio sollozo de Nadia, la había agotado. Eso haré…. Sólo en 5 minutos… 5 minutos que duerma, se decía mientras acostaba su frente sobre el volante… 5 mi….nu…t…….


La despertó el cristalazo. Un coche pasó demasiado cerca y aunque esquivo el cuerpo del Civic, no pudo evitar llevarse el espejo lateral que rebotó contra el vidrio de la ventana del conductor. Nadia regresó a sí. Julián lloraba aún más fuerte. Lloraba diferente, pero Nadia no reconocía al principio que era lo raro en el llanto. A lo lejos escuchaba más cláxones de coches y hasta la sirena de alguna patrulla. Pero eso no era el sonido raro del llorido de su pasajero.


Algo.


Lo volteó a ver, pero no estaba lastimado. Asustado sí. Lastimado no.

¿Qué es eso diferente en su llanto?. El cansancio no la dejaba precisar qué era lo que le llamaba la atención del berrido. Y entonces … ahí lo escuchó. Agudo, ensordecedor, y se quebró. En ese nuevo llanto, Julián lloraba mientras gritaba Maaaa! Má!, ma…má….maaaa. Mamá!


Y así en un instante, saltó al asiento trasero del coche. Desamarró a Julián lo apretujó contra su pecho y se acostó incomodamente a lo largo de los asientos, abrazándolo como si nunca más lo fuera a soltar. Una claridad inmediatamente llegó a ella. “Ya, ya mi amor. Estamos bien. Mamá no va a dejar que nada de pase. Vamos a estar bien. Aquí esta mamá.





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